domingo, 21 de febrero de 2010

Elephant Parade

Dije que algún día escribiría sobre ella, sobre cómo la vi en nuestro reencuentro, tras diez años desde la última vez que quedamos. Aquélla tuvo lugar en la segunda planta de una cafetería de las Ramblas, y llevaba un jersey gris nuevo. Ya se sabe que las chicas, cuando rompen con algo, lo que sea, se tienen que ir de compras. Me dijo que se haría lesbiana, que se había agobiado, que estaba cansada, que no estaba enamorada. Con un Quiero-cambiar-de-aires hubiera bastado, supongo. No sé, yo era muy impaciente, insistente, extenuante, casi, por aquellos entonces.

Después no sé que hice, ni dónde fui, ni nada. Me puse a buscar información para enrolarme en una ONG y largarme. No tardó demasiado en aparecer Miriam en mi vida. Otra M, otra psicóloga, pero a diferencia de la primera, una puta, ésta.

Siguiente estación: Silvia. También se quedó 2 años conmigo, a ella la dejé yo primero, y no fue por teléfono, esta vez. Volvimos porque a ella le apeteció. Al dejarlo no me metí precisamente en una ONG -ni ganas-, pero podríamos decir que me convertí en objeto de ser acogido por alguna, aunque no a modo de colaborador.

Lo que siguió a continuación no tiene interés, ahora. La cuestión es que se han sucedido los años y yo siento que no me parezco en nada a mí mismo, al Mí Mismo de hace diez años, quiero decir. No obstante, al volver a verte, regresé.

Enero de 2010. Un viernes, a las siete de la tarde en el Minusa. Llegué tarde. Llegué tarde porque me puse a vomitar 5 minutos antes de bajar. Nada de nervios, me viene ocurriendo hace algún tiempo. Por eso he dejado de fumar, básicamente. No sólo se trató de un gesto perezoso, aunque también. Estabas en la puerta, ojeando el móvil, esperando sin esperar, te vi desde el balcón de mi habitación.

La cuestión, la verdadera cuestión, era que, aunque se hayan sucedido los años y yo sienta que no me parezco en nada a mí mismo, al Mí Mismo de hace diez años, regresé. Porque tú también eras Tú Misma. Porque casi estás igual, físicamente, quiero decir. Entramos, nos sentamos, pedimos 2 cervezas, matando rápido lo poco que la situación tuviera de incómoda, a partir de ese momento, reír y reír. Todo el rato igual.
-Ahora pagaría por saber qué estás pensado en este momento -dijiste.

No te lo diré jamás.

No conviene.



No nos dijimos nada excesivamente importante, o quizá todo lo fue; porque nada de lo que nos dijésemos iba a serlo, o al contrario. Nada. Y todo. Fueron dos horas muy agradables, Mª José.

Desde el punto temporal fijado en el primer párrafo de hoy hasta este preciso instante han pasado diez años, sólo. Y en todos ellos únicamente he recordado un cumpleaños, en cada uno. Ni el de mi madre, ni el de mi padre. Mi ahijada aquí no entra, porque sólo tiene 3, y desde luego que no me olvido. Tendrías que verla. Perdón, me disperso. Tu cumpleaños es hoy, y te escribo para felicitarte. Felicitarte por haber llegado como lo has hecho a los 30, que aparentas 23. Por haber sido una persona consecuente, valiente, sincera. Por haber superado todos los obstáculos, que no han sido pocos. Porque sí. Porque el hecho de que hoy se cumplan 30 años desde que naciste no cimenta más que una mera excusa para escupirte este tostón a la cara. Porque pasarán otros diez años, tendremos churumbeles (seguro que sí), una hipoteca, más arrugas, y las mismas cuerdas que nos atan. De eso los elefantes saben un buen rato. Las de los buenos recuerdos, también las de un jersey gris en la segunda planta de una cafetería de las Ramblas.

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